Creo en los procesos que transforman desde adentro. Aquí encontrarás un espacio para hablar sin miedo, entender tus emociones y recuperar la calma que tu vida necesita.Mi enfoque combina escucha profunda, estrategias prácticas y un acompañamiento humano que respeta tus tiempos.
LA AUTOLESIÓN: EL CEREBRO BAJO PRESIÓN Y EL SILENCIO QUE NADIE VE

La autolesión no nace en la piel; nace en un cerebro que lleva demasiado tiempo tratando de sostener emociones que lo sobrepasan. Cuando un adolescente llega a ese punto, no está buscando lastimarse. Está intentando detener un dolor interno que se volvió insoportable y para el que no tiene herramientas. Y para los padres, ver esto desde fuera puede generar miedo, confusión y culpa… pero entender el mecanismo cambia por completo la forma de acompañar.
Porque antes de aparecer en el cuerpo, la autolesión aparece en el cerebro.
Cuando las emociones se vuelven demasiado intensas —culpa, rechazo, miedo, presión, soledad— el cerebro entra en saturación. Pierde su capacidad de organizar pensamientos, de analizar opciones, de “pensar con calma”. Es como si todo ocurriera al mismo tiempo y a una velocidad que la persona no puede controlar. Ese desbordamiento crea un único deseo interno:
“Que esto pare ya.”
En esa necesidad urgente, el cerebro descubre algo que pocos explican: un dolor físico breve puede desviar su atención del caos emocional y generar un alivio inmediato. No porque disfrute el dolor, sino porque el cuerpo reacciona a ese estímulo concreto y, por un instante, el ruido emocional baja. Ese instante —aunque dure segundos— puede sentirse como aire cuando internamente se está ahogando.
No buscan dolor. Buscan un respiro.
Para un adolescente que no sabe poner en palabras lo que siente, ese respiro se vuelve tentador. Y el cerebro, al notar ese alivio momentáneo, empieza a repetir la conducta. No porque sea una solución real, sino porque es la única estrategia que tiene disponible en ese momento para recuperar control.
Aquí es donde los padres suelen malinterpretar:
- No es manipulación.
- No es rebeldía.
- No es un acto para “llamar la atención”.
Es supervivencia emocional.
La autolesión es la señal de un cerebro exigiendo ayuda, de un cuerpo diciendo “esto pesa demasiado”, de una emoción que nunca encontró un espacio seguro para expresarse. Cuando comprendemos esto, la mirada cambia: la conducta deja de verse como un ataque y empieza a verse como una petición.
Los padres necesitan saber que su hijo no está tratando de dañarse; está tratando de detener algo que lo está dañando por dentro. Y los adolescentes necesitan escuchar que no están rotos, que no son débiles, que no son un problema: solo están lidiando con emociones que nadie les enseñó a sostener.
El trabajo terapéutico no consiste en prohibir la conducta, sino en enseñar alternativas que realmente funcionen para el cerebro: reconocer señales tempranas, desactivar el impulso antes de que escale, regular la intensidad emocional y crear vías de alivio que no impliquen lastimarse. El cerebro puede aprender nuevas rutas. Puede reconstruirse. Puede dejar atrás la autolesión… cuando encuentra acompañamiento y no juicio.
La autolesión no es el fin.
Es un aviso.
Y los avisos no se castigan; se atienden.
Si eres padre y esto te tocó, no fallaste: estás empezando a ver lo que antes estaba oculto.
Si eres adolescente y te viste reflejado aquí, no estás solo: hay formas más sanas de respirar emocionalmente, y puedes aprenderlas.
Y si necesitas un espacio seguro para empezar ese camino, aquí estoy para acompañarte.
Escríbeme cuando estés listo.
¿Este tema resonó contigo?
Escríbeme y conversemos de forma confidencial por WhatsApp.
Sigamos construyendo bienestar juntos






